El Diálogo Conyugal
Decirse El Uno Al Otro. Un hombre y una mujer están sentados uno frente al otro, bajo la mirada de Dios, sin otra preocupación que la de construir su hogar. ¿Qué van a decirse? Todos los días ya intercambian conversaciones; pero dictadas por las necesidades cotidianas, que no pasan de ser muchas veces superficiales y no permiten la comunicación del ser íntimo. Aún más, estos gestos y estas palabras terminan haciéndoles perder la consciencia de nuestro yo profundo; más allá de un primer nivel de consciencia ocupado por preocupaciones inmediatas, se extiende una penumbra donde se remueven entremezclados pensamientos oscuros, sentimientos, informes, vagas aspiraciones que se pierden por falta de haber sido expresados.
Ahí es donde interviene el “Deber de Sentarse” o Diálogo Conyugal. A través de la mirada atenta y exigente de la persona que nos ama, tenemos que salir de nuestra nebulosa interior, y expresar lo que no expresamos.Decirse es a la vez conocerse y darse, conocerse para darse.
El Diálogo Conyugal no es solamente una invitación a profundizar en los recovecos de nuestro yo; nos obliga a conocernos delante del otro y para el otro; es pues, un acto de amor.
Hace surgir nuestra personalidad más escondida ya que, para explicar su sentimiento ante el otro, es necesario hacer salir no sólo las mezquindades, las limitaciones y los rencores, sino también los deseos, las generosidades y los sacrificios.
El Diálogo Conyugal es pues un medio de conocerse y de construir la propia personalidad.
Pero, al mismo tiempo que hace que nos conozcamos, nos hace conocer al otro. Y eso tiene mucha importancia. Porque el amor necesita conocimiento. Y francamente eso no es fácil. Al principio, todo lo domina el sentimiento; luego la costumbre de vivir juntos nos da la sensación de conocemos; pero, ¿hacemos el esfuerzo de ir a buscar o a descubrir ese ser familiar que es nuestro cónyuge?
Cada vez es un misterio; hay que acercarse a él con un respeto humilde, con una atención que nunca se cansa, si queremos que nuestro amor haga que se descubra a sí mismo y le ayude a realizarse. Las mismas diferencias conyugales, nos obligan a esta búsqueda, a este respeto, a este servicio al otro.
De esta manera, al obligamos a conocemos a nosotros mismos y a conocer al otro, el diálogo conyugal establece entre los esposos una comunión de pensamientos y de sentimientos que no tiene nada que ver con los intercambios diarios, ni con las simples efusiones del corazón. Son realmente dos seres, en una realidad más profunda que se construye: que se miran, que se hablan, se conocen, se afrontan y se unen; es la relación marido-mujer en su tensión permanente, pero también en su solidaridad indestructible.
Para decirlo todo en pocas palabras: el diálogo conyugal enseña a la persona y al amor a vivir en la luz, es decir, en la verdad.
Declaraciones sobre el Diálogo Conyugal
“Las declaraciones de Prosper".
·        El Diálogo Conyugal se hace entre tres: El Señor y nosotros dos. Nuestro problema es dónde poner las sillas: ¿Dios entre nosotros o al frente? Al final, nos ha parecido mejor ponernos bajo su mirada.
·        Platón aconsejaba ya: "Hay que mirar a Dios. Es el mejor espejo de las cosas humanas, y en Él podemos vernos y conocernos". El espejo de nuestra pareja es Cristo, este Rostro humano de Dios.
·        Oigo decir: no hace falta Diálogo Conyugal, hablamos de todo, todo el tiempo. Digo: para nosotros, algunas cosas no salen más que en el Diálogo Conyugal.  ¡Y son las más importantes! Además, en ese momento, Otro nos habla.
·        Si no consiguen expresarse ante el otro, digan las cosas a Dios delante del otro.
·        Nuestra oración al empezar: "Señor, nos miras y nos conoces. Sabes lo que hay en el hombre y la mujer. Entonces, haz que no nos hagamos los tontos el uno con el otro".
·        El Diálogo Conyugal es como un carro: no puede salir en cuarta. Hace falta tiempo para lanzarse. Por eso, prever un largo rato de puesta en marcha.
·        ¡La mano en la mano! Qué cosa más extraña cómo ese contacto físico puede favorecer el contacto espiritual. ¡Naturalmente, somos de carne y hueso!
·        Nuestro código de circulación es el Evangelio. Sus actitudes se tienen que convertir en reflejos. Veo rojo:¡perdonar! Veo verde: "sonreír! Amarillo: ¡No sigues -aflojar la marcha! Te detienes: ¡tener paciencia!... El Diálogo Conyugal nos permite revisar juntos nuestro código de circulación.
·        No sentarnos sobre el Evangelio, sino asentar nuestra vida sobre el Evangelio.
·        En el Diálogo Conyugal, somos por turnos el Buen Samaritano para el otro. Y se encuentra de todo en el Samaritano: el reconstituyente, el bálsamo, la montura, el hospedaje...
·        Hacer el Diálogo Conyugal es reactivar nuestro sacramento del matrimonio. Es sacarlo de su envoltura de plomo, de nuestro egoísmo que impide que su energía irradie y nos transforme.
·        El Diálogo Conyugal es como un apartamento moderno. Hay luz directa e indirecta. El Espíritu Santo ilumina a cada uno interiormente y lo ilumina a través del cónyuge.
·        El Diálogo Conyugal es como un viaje en avión. Se va tomando altura con relación con lo inmediato, ya uno no se fija en las asperezas del otro, no se confunde el Mont Blanc con un montículo.
·        A una pareja joven o menos joven, le diría: no dejen de buscar a este desconocido que vive en su cónyuge y que es la imagen de Dios en él. El Diálogo Conyugal es un medio privilegiado para ello.
Fuente: Folleto "El Deber de Sentarse", suplemento de la Carta de los ENS nov-dic-1977. Retomado en el Encuentro Internacional, Fátima Julio 23-27 de 1994.
Nota del Equipo Web: Las itálicas que no están entre comillas son nuestras. 
El Diálogo Conyugal
Decirse El Uno Al Otro. Un hombre y una mujer están sentados uno frente al otro, bajo la mirada de Dios, sin otra preocupación que la de construir su hogar. ¿Qué van a decirse? Todos los días ya intercambian conversaciones; pero dictadas por las necesidades cotidianas, que no pasan de ser muchas veces superficiales y no permiten la comunicación del ser íntimo. Aún más, estos gestos y estas palabras terminan haciéndoles perder la consciencia de nuestro yo profundo; más allá de un primer nivel de consciencia ocupado por preocupaciones inmediatas, se extiende una penumbra donde se remueven entremezclados pensamientos oscuros, sentimientos, informes, vagas aspiraciones que se pierden por falta de haber sido expresados.
Ahí es donde interviene el “Deber de Sentarse” o Diálogo Conyugal. A través de la mirada atenta y exigente de la persona que nos ama, tenemos que salir de nuestra nebulosa interior, y expresar lo que no expresamos.Decirse es a la vez conocerse y darse, conocerse para darse.
El Diálogo Conyugal no es solamente una invitación a profundizar en los recovecos de nuestro yo; nos obliga a conocernos delante del otro y para el otro; es pues, un acto de amor.
Hace surgir nuestra personalidad más escondida ya que, para explicar su sentimiento ante el otro, es necesario hacer salir no sólo las mezquindades, las limitaciones y los rencores, sino también los deseos, las generosidades y los sacrificios.
El Diálogo Conyugal es pues un medio de conocerse y de construir la propia personalidad.
Pero, al mismo tiempo que hace que nos conozcamos, nos hace conocer al otro. Y eso tiene mucha importancia. Porque el amor necesita conocimiento. Y francamente eso no es fácil. Al principio, todo lo domina el sentimiento; luego la costumbre de vivir juntos nos da la sensación de conocemos; pero, ¿hacemos el esfuerzo de ir a buscar o a descubrir ese ser familiar que es nuestro cónyuge?
Cada vez es un misterio; hay que acercarse a él con un respeto humilde, con una atención que nunca se cansa, si queremos que nuestro amor haga que se descubra a sí mismo y le ayude a realizarse. Las mismas diferencias conyugales, nos obligan a esta búsqueda, a este respeto, a este servicio al otro.
De esta manera, al obligamos a conocemos a nosotros mismos y a conocer al otro, el diálogo conyugal establece entre los esposos una comunión de pensamientos y de sentimientos que no tiene nada que ver con los intercambios diarios, ni con las simples efusiones del corazón. Son realmente dos seres, en una realidad más profunda que se construye: que se miran, que se hablan, se conocen, se afrontan y se unen; es la relación marido-mujer en su tensión permanente, pero también en su solidaridad indestructible.
Para decirlo todo en pocas palabras: el diálogo conyugal enseña a la persona y al amor a vivir en la luz, es decir, en la verdad.
Declaraciones sobre el Diálogo Conyugal
“Las declaraciones de Prosper".
·        El Diálogo Conyugal se hace entre tres: El Señor y nosotros dos. Nuestro problema es dónde poner las sillas: ¿Dios entre nosotros o al frente? Al final, nos ha parecido mejor ponernos bajo su mirada.
·        Platón aconsejaba ya: "Hay que mirar a Dios. Es el mejor espejo de las cosas humanas, y en Él podemos vernos y conocernos". El espejo de nuestra pareja es Cristo, este Rostro humano de Dios.
·        Oigo decir: no hace falta Diálogo Conyugal, hablamos de todo, todo el tiempo. Digo: para nosotros, algunas cosas no salen más que en el Diálogo Conyugal.  ¡Y son las más importantes! Además, en ese momento, Otro nos habla.
·        Si no consiguen expresarse ante el otro, digan las cosas a Dios delante del otro.
·        Nuestra oración al empezar: "Señor, nos miras y nos conoces. Sabes lo que hay en el hombre y la mujer. Entonces, haz que no nos hagamos los tontos el uno con el otro".
·        El Diálogo Conyugal es como un carro: no puede salir en cuarta. Hace falta tiempo para lanzarse. Por eso, prever un largo rato de puesta en marcha.
·        ¡La mano en la mano! Qué cosa más extraña cómo ese contacto físico puede favorecer el contacto espiritual. ¡Naturalmente, somos de carne y hueso!
·        Nuestro código de circulación es el Evangelio. Sus actitudes se tienen que convertir en reflejos. Veo rojo:¡perdonar! Veo verde: "sonreír! Amarillo: ¡No sigues -aflojar la marcha! Te detienes: ¡tener paciencia!... El Diálogo Conyugal nos permite revisar juntos nuestro código de circulación.
·        No sentarnos sobre el Evangelio, sino asentar nuestra vida sobre el Evangelio.
·        En el Diálogo Conyugal, somos por turnos el Buen Samaritano para el otro. Y se encuentra de todo en el Samaritano: el reconstituyente, el bálsamo, la montura, el hospedaje...
·        Hacer el Diálogo Conyugal es reactivar nuestro sacramento del matrimonio. Es sacarlo de su envoltura de plomo, de nuestro egoísmo que impide que su energía irradie y nos transforme.
·        El Diálogo Conyugal es como un apartamento moderno. Hay luz directa e indirecta. El Espíritu Santo ilumina a cada uno interiormente y lo ilumina a través del cónyuge.
·        El Diálogo Conyugal es como un viaje en avión. Se va tomando altura con relación con lo inmediato, ya uno no se fija en las asperezas del otro, no se confunde el Mont Blanc con un montículo.
·        A una pareja joven o menos joven, le diría: no dejen de buscar a este desconocido que vive en su cónyuge y que es la imagen de Dios en él. El Diálogo Conyugal es un medio privilegiado para ello.
Fuente: Folleto "El Deber de Sentarse", suplemento de la Carta de los ENS nov-dic-1977. Retomado en el Encuentro Internacional, Fátima Julio 23-27 de 1994.
Nota del Equipo Web: Las itálicas que no están entre comillas son nuestras. 
El Deber de Sentarse
«Dedicar cada mes el tiempo que sea preciso para un verdadero diálogo conyugal bajo la mirada de Dios». ¿Qué es un Equipo de Nuestra Señora? ¿Qué es en definitiva este «deber de sentarse –Diálogo Conyugal» al que nos invitan cada mes los Equipos de Nuestra Señora? Veamos cómo nos lo explica el Padre Caffarel:
Cristo, en el capítulo 14 de San Lucas (versículos 28 al 32), invita a sus discípulos a la práctica del «deber de sentarse». Hoy, en un siglo de velocidades vertiginosas (siglo XX), parece más oportuno que nunca hablar de este deber tan poco conocido.
Antes de emprender la construcción de nuestro hogar, han confrontado sus puntos de vista, medido sus recursos materiales y espirituales, elaborado un plan. Pero, después de haber puesto manos a la obra, ¿acaso no descuidan el detenerse para examinar el conjunto de la tarea realizada, encontrar de nuevo el ideal que se vislumbraba, consultar al Maestro de la obra? Conozco las objeciones y las dificultades, pero también sé que la casa se termina derrumbando si no se vigila el armazón del edificio.
En el hogar en que no se toma algún tiempo para detenerse y reflexionar, a menudo se instala insidiosamente el desorden material y moral; la rutina se apodera de la oración en común, de la comida y de todas las costumbres familiares; la educación se ve reducida a unas intervenciones reflejos de unos padres más o menos nerviosos; la unión se quebranta.
Se puede advertir estas deficiencias y muchas más, no solamente en los hogares sin formación, ignorantes de los problemas de la educación y de la espiritualidad conyugal, sino también en los mismos que son considerados como expertos en las ciencias familiares, y de hecho lo son, pero... en la teoría. Por falta de perspectiva, los esposos no ven lo que el visitante advierte nada más franquear el umbral, ese dejar correr las cosas ante el cual los amigos se encuentran desolados, pero no se atreven a comentar ante los interesados temiendo su incomprensión o susceptibilidad.
Existen hogares que se dan cuenta del peligro. Han considerado y adoptado medidas diversas para impedirlo. Uno de estos hogares me decía, de acuerdo con su experiencia, hasta qué punto es útil para los esposos dejar cada año unos días a los hijos y marchar a descansar o hacer un viaje de una semana.
Puede que me digan, al leer esto, que todo el mundo no lo puede hacer, porque todos no tenemos unos familiares o unos amigos a quienes podamos dejar los niños. Existen otras soluciones: por ejemplo, tres familias se han asociado para las vacaciones; han ido al mismo sitio y cada pareja ha podido hacer una escapada de una semana, dejando los niños al cuidado de los otros dos matrimonios.
Para evitar la rutina en el hogar existe otro medio que les voy a explicar con más amplitud. Tomen su agenda y lo mismo que apuntan un concierto o una visita a unos amigos, anoten una entrevista con ustedes mismos; que quede bien claro que estas dos o tres horas son «tabú», digamos sagradas, que es más cristiano. Para anular esta entrevista con ustedes mismos no admitan más motivo que aquel que los haría desistir de salir a pasar una velada fuera de casa o anular una invitación a unos amigos para comer con ustedes en casa.
¿Cómo emplear estas horas? Lo primero, no tengan prisa.
Dejen la orilla, vayan mar adentro. Es fundamental cambiar de horizontes y olvidar las preocupaciones. Lean juntos un capítulo que hayab elegido de un libro reservado para este momento privilegiado.
Después, a no ser que hayan empezado por esto, oren un buen rato. Si es posible, que cada uno haga en voz alta una oración personal y espontánea: esta manera de orar acerca milagrosamente los corazones. Así, una vez en la paz del Señor, comuníquense el uno al otro aquellos pensamientos, aquellas quejas, aquellas confidencias que no es fácil y muchas no es recomendable hacer durante los días activos y ruidosos, pero que resultaría peligros conservar en el secreto del corazón, pues, como bien saben, los silencios son los enemigos del amor.
Hagan una peregrinación a las fuentes de su amor, reconsideren el ideal entrevisto cuando iniciaban el camino juntos y con alegría. Renueven su fervor. «Es necesario creer en lo que se hace y hacerlo con entusiasmo». Luego, vuelvan al momento presente, confronten el ideal con la realidad, hagan un examen de conciencia del hogar —tomen resoluciones prácticas y oportunas para curar, rejuvenecer, airear, abrir el hogar. Que este examen sea claro y sincero; remóntense a las causas del mal que diagnostiquen.
¿Porqué no dedicar unos momentos a meditar sobre cada uno de sus hijos, pidiéndole al Señor que «ponga su ojo en su corazón», según su promesa, para que los veamos y los amemos como Él y los conduzca según sus designios?
Sobre todo, preguntémosle a Dios si Él es el primero atendido en nuestro hogar.
Si les sobra tiempo, hagan lo que crean oportuno, pero por favor no vuelvan a sus tareas o a la radio [hoy diríamos la internet N. E. W.]. ¿No tienen nada que decirse? Pues bien, callen juntos, que quizá no sea el momento de menos provecho. Recuerden estas palabras de Maeterlinck: «No nos conocemos todavía, no nos hemos atrevido a callar juntos».
Es muy importante tomar nota por escrito de lo que se ha descubierto, estudiado, decidido en el curso de este encuentro, pero esto lo puede hacer más tarde uno de los dos, y luego lo leen juntos en el próximo encuentro.
Esto que acabo de decirles no es más que un medio de mantener joven y lleno de vitalidad su amor y su hogar; seguramente existen muchos más, pero éste ya ha dado resultados.
Henri CAFFAREL
Nota del Equipo Web: Las itálicas que no están entre comillas son nuestras.

Fidelidad, ¿El matrimonio es para siempre?

JESUS EN EL AMOR CONYUGAL 4

JESUS EN EL AMOR CONYUGAL 3

JESUS EN EL AMOR CONYUGAL 2

JESUS EN EL AMOR CONYUGAL PARTE 1

PRESENTACION EQUIPOS DE NUESTRA SEÑORA

Defender el Amor. Padre Angel Espinosa de los Monteros

SI ME QUIERES ¡DIMELO!. PADRE ANGEL ESPINOSA. "COMPLETA".avi

SI ME QUIERES ¡DIMELO!. PADRE ANGEL ESPINOSA. "COMPLETA".avi

Completo Tema el anillo es para siempre Padre Angel Espinosa

*Matrimonio Sano VS Matrimonio Enfermo P.angel de los monteros

tema del padre angel espinosa sobre el matrimonio.flv